viernes, 27 de enero de 2017

PARAÍSO 
Mi propio cielo existe, si! En donde no hay alarma para despertar ni horario para irse a descansar. Mi cielo es de muchos colores, pero brilla con el color de tus ojos, tus ojos color sol. En mi cielo no hay piedras en las calles, todas son nueces y almendras y los yuyos se entreveran entre flechitas, fresias y cogollos. Mientras camino, la gente sonríe y se la ve liviana, se la siente cálida y todos están sentados afuera de su casa, jugando a las cartas, escuchando melodías divertidas, bailando y jugando a la pelota en la calle.
En mi propio cielo, la lluvia es cerveza, y los niños chapotean felices entre la espuma cremosa y juegan a cubrirse con ella y hacer formas.
En mi cielo no hay mentiras ni falsedad, el de la despensa fía , la gente ama sin límites, y las parejas se toman de la mano y no se queman, en mi cielo no hay dudas, solo certezas, no hay corazones mendigando, ni corazones duros, solo almas jugadas a vivir la aventura más grande y gloriosa. Siempre animándose a más.
En mi propio cielo, los abuelos son eternos; y mientras mi nona cocina unas papas fritas con huevos revueltos, el nono nos enseña a chiflar y nos lleva de paseo por el puente de madera.
En mi propio cielo, las estrellas y la luna viven con el sol y los pajaritos, y en un abrir y cerrar de ojos, se puede convertir el cielo, en el paisaje que más desees. Los arboles están llenos de frutitas de paraíso, y desbordan los lapachos, que van decorando todo a su paso con sus flores rosadas, amarillas y blancas.
En mi propio cielo, puedo sentarme en el cordón de la calle y sentir la arena delicada entre los dedos de mis pies y con un solo parpadeo, escuchar como se acerca la marea y va mojando mis patas, llevándose la ola, mis garabatos hechos en la arena.
En mi propio cielo no existen las preocupaciones, no hay mamas tristes ni agobiadas, ni papas con poco tiempo, más si, cocinas con platos sucios y familias compartiendo un juego de mesa mientras cae la lluvia en un día de verano, y donde mami nos apronta la ropa más vieja para salir corriendo a jugar al barro y sentir como el agua acaricia nuestra cara.
En mi propio cielo no hay prisa, porque todo lo es posible, y ahí voy yo, caminando despacito, contemplando el arco iris, y dejando que la magia suceda…

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